Evitemos la igualdad de las personas: no somos iguales porque, justamente, somos todos individuos, vos y también yo, cada uno con sus distintas potencialidades.
Si preguntas a los casamenteros, que organizan el 90 por ciento de los matrimonios en el mundo ultra-ortodoxo, responderán que por cada 2.500 mujeres libres hay solo 600 solteros.